10 de abril de 2012

No Olvides Nunca Las Pequeñas Cosas....

Cierto mercader envió a su hijo a aprender el Secreto de la Felicidad con el más sabio de todos los hombres. El muchacho anduvo cuarenta días por el desierto, hasta llegar a un bello castillo, en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que el muchacho buscaba.
No obstante en lugar de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala en la que se deparó con una enorme actividad: mercaderes que entraban y salían, personas conversando por los rincones, una pequeña orquesta tocando suaves melodías, y una mesa muy bien servida con los más deliciosos platos de aquella región del mundo.
El Sabio conversaba con todos, y el muchacho tuvo que esperar durante dos horas hasta que pudo ser atendido.
Con mucha paciencia, el Sabio escuchó atentamente el motivo de la visita del chico, pero le dijo que en ese momento no tenía tiempo para explicarle el Secreto de la Felicidad.
Le sugirió que diese un paseo por su palacio, y regresase al cabo de dos horas.
-De todas maneras voy a pedirte un favor, -añadió, entregándole al muchacho una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite-. Mientras estés caminando lleva contigo esta cuchara sin derramar el aceite.
El joven empezó a subir y bajar escalinatas sin apartar la mirada de las gotitas de aceite. Dos horas más tarde, regresó ante la presencia del Sabio.
-Entonces -preguntó el sabio- ¿Ya has visto los tapices de Persia que están en mi comedor y el jardín que al Maestro de los Jardineros le llevó diez años construir? ¿Y te has fijado en los hermosos pergaminos de mi biblioteca?
El muchacho, avergonzado, confesó que no había visto nada de eso. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el Sabio le había confiado.
-En ese caso vuelve y conoce las maravillas del mundo -dijo el Sabio-. No puedes confiar el alguien hasta que no conoces su casa.
Ya más tranquilo, el joven muchacho tomó una vez más la cucharilla y volvió a pasear por el palacio, pero esta vez fijándose en todas las obras de arte que colgaban del techo y las paredes. Vió los jardines, las montañas de alrededor, la delicadeza de las flores, el refinamiento con que cada obra de arte había sido colocada en su lugar. Por fin, una vez más ante la presencia del Sabio, le contó pormenarizadamente todo lo que había visto.
-Pero ¿Dónde están las gotitas de aceite que te confié?- preguntó el Sabio.
Mirando a la cuchara, el joven se dio cuenta de que las había derramado.
-Pues este es el único consejo que puedo darte -dijo el más Sabio de los Sabios-. El Secreto de la Felicidad está en saber ver todas las maravillas del mundo, sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cucharilla.
En el libro "El Alquimista" de Pablo Coelho
Fuente de inspiración: Faty



2 comentarios:

  1. Buena enseñanza. He leído el libro, me encantó, es una historia tan aparentemente sencilla y tan profunda.

    Una saludo

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    1. Si, a veces las cosas más pequeñas són las más importantes. Gracias por el comentario. Saludos.

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