7 de octubre de 2012

Manos....

En el siglo XV, en una pequeña aldea cerca de Nüremberg, vivía una familia con varios hijos. Para poner pan en la mesa para todos el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara. Dos de sus hijos tenían un sueño: dedicarse a la pintura.

Pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo; lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar los estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa con las ventas de sus obras. Así los dos hermanos podrían ser artistas.
Lanzaron al aire una moneda un domingo al salir de la iglesia. Uno de ellos, llamado Albretch Durero, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg.

Entonces el otro hermano, Albert, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la academia.
Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.

Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para celebrar una cena de fiesta en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo: "Ahora, hermano mía, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos"

Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero este,con el rostro empapado en lágrimas, se puso en pie y dijo suavemente: "No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajas con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño"

Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas tallas y demás obras de Albretch Durero, pueden ser vistos en museos alrededor del mundo. Pero seguramente su obra más vista y más recordada es la que hizo un día para rendir homenaje al sacrificio de su hermano. Albretch Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero se cambió el nombre y en el mundo entero se conoce como "Manos que oran".

Ojalá  la próxima vez que veamos una copia de esta obra sirva para que, cuando nos sintamos demasiado orgullosos de lo que hacemos, y demasiado pagados de nosotros mismos, recordemos que en la vida....
¡Nadie nunca triunfa solo!





 Albrecht Dürer)
 (Núremberg21 de mayo de 1471 - Núremberg6 de abril de 1528)1
Renacimiento alemán


2 comentarios:

  1. Querida Francina, es cierto. Todos nos necesitamos y nunca nadie llega a la cima solo. Un abrazo fuerte!

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